La amistad desnuda (fragmento) Carlo Frabetti – Maldita física – Malditas matematicas

 

Un hombre escucha indiscretamente a su vecino, que parece presa de la pasión amorosa y amenaza con convertirse en cuervo. Este es el arranque de una obra tan singular como desconcertante, que mantiene un difícil equilibrio entre la especulación ensayística plena de claridad expositiva y la intriga narrativa que entrelaza tramas bordeando la ficción fantástica. Un alegato contra las convenciones del amor y la literatura.

“El amor, más impúdico que sincero, se desnuda fácilmente, pero casi nunca se quita la deslumbrante máscara que le impide ver y ser visto con claridad.
La amistad, realista y pudorosa, se quita la máscara con más facilidad que la ropa.
La dicotomía amor-amistad es la expresión última, nuclear, de una infeliz cultura dualista que separa las ciencias de las artes, la reflexión del mito. Y el camino de su superación pasa por reunir las letras y los números, por reflexionar sobre el mito, por no someter el amor a más reglas que las de la amistad. Porque, como reza la sentencia que sirve de pórtico y lema a este libro inclasificable, “no hay más certeza que la de la duda ni más amor que la amistad desnuda” (Carlo Frabetti)

La Critica

De Los jardines cifrados la crítica ha dicho:

“La lectura de este libro hará que el lector reflexiones sobre algunos interrogantes elementales al mismo tiempo que pasa unos momentos agradables e intensos. Es como si asistiera a una clase magistral desde su propio lecho” (B. Pottecher, El Mundo).

“Frabetti seduce al lector por una de las vías menos transitadas de la literatura reciente: la del conocimiento, la de la inteligencia al servicio de la utillería literaria” (C. Santos, La Razón).

“Una apuesta por el estremecimiento” (J. Bonilla, El Mundo).

“Un texto asequible pero riguroso a medio camino entre la filosofía, la física teórica y la literatura. (…) Sin duda el impacto y la sorpresa (sobre todo en las reflexiones) está garantizado” (Antonio Jesús Luna, Vanidad).

“Para muy preguntones” (Qué leer).

“Frabetti parte de una clásica estructura de historia de detectives para realizar una compleja y juguetona reflexión sobre la inquietante relación entre el azar, las matemáticas y el afán de trascendencia de los seres humanos. (…) El libro se lee con interés y una agradecida perplejidad” (Más libros).
“Construida a base de una prosa ágil y eficaz, se teje una intriga ciertamente interesante a propósito del arte, las matemáticas, las paradojas del lenguaje, la búsqueda filosófica e iniciática en busca del sentido, el problema de la identidad, la metaliteratura…” (A. G. G., Reseña).

“Cuando se indaga un poco más allá, se descubre, no sin cierto asombro, que son los lados oscuros (…) los verdaderos protagonistas, los que transforman la realidad unívoca en múltiples realidades, el lenguaje en un utillaje impreciso y el universo en excesivamente grande e inabarcable para la mente humana” (Sofía Cubría, El Norte de Castilla).

http://www.lenguadetrapo.com/00088-NB-ficha.html

 

La amistad desnuda (fragmento) Carlo Frabetti

Saqué del cajón de la mesilla de noche el pequeño esenciero y dejé caer unas gotas de Arpège en la almohada: el viejo truco edípico para conciliar el sueño. Era el aroma del amor materno, del amor incondicional, pero también el de la traición… ¿Cuál de las dos evocaciones propiciaba el tránsito? ¿Me abandonaba a un recuerdo amable o huía de un recuerdo ingrato? ¿O viceversa? Tal vez huyera de la angustia que genera el amor incondicional (si es incondicional, no depende de lo que yo diga o haga; pero para los demás yo soy lo que digo y hago, luego un amor que no tiene que ver con mi conducta, en realidad no tiene que ver conmigo, yo no soy su verdadero objeto). Tal vez me arrellanara en la confortable evocación de la traición desenmascarada y superada… Superada?

En cualquier caso, el mecanismo no funcionó como otras veces. La ambigua fragancia, lejos de adormecerme, me exasperó aún más. Me asaltó la enfebrecida sensación de estar oliendo a Eva a través del tabique que me separaba de ella.

–Te quiero, Eva –susurré estúpidamente.

–Te quiero, Eva –repitió una voz gangosa e irreal, que resonó en mi cuarto como un eco burlón.Me incorporé bruscamente y, en la penumbra, vi al cuervo posado en el respaldo de una silla (a falta de un busto de Palas Atenea), como la primera vez que lo había visto en el dormitorio de mi vecino. Había entrado por la ventana abierta tan sigilosamente (o yo estaba tan aturdido) que no me había dado cuenta. Lo miré fijamente, y al verlo tan encorvado y sombrío tuve por un momento la absurda (¿o debería decir poética?) sensación de que en verdad era mi vecino convertido en pájaro. Inconscientemente, simbólicamente, fonéticamente, él había elegido el camino correcto, el único posible: la metamorfosis. Pues no hay más salida que la metaamorfosis: la transformación profunda que lleva al metaamor, o sea, más allá del amor, más allá de sus pretendidas certezas, más allá de los dogmas y los misterios propios de la religión, para llegar, sencillamente, humildemente, a la asunción de la ignorancia, de la aleatoriedad, de la soledad nuclear… El conocimiento solo es fiable cuando no es dogmático, es decir, cuando no pretende ser seguro, total, definitivo; y el afecto también… Metasinceridad: ser sincero sobre la sinceridad misma, admitir abiertamente que nadie puede ni quiere decirlo todo, que nadie está seguro de nada…

–Te quiero, Eva –repitió el cuervo.

–Qué suerte tienes –le dije mientras me tumbaba de nuevo en la cama– . Para ti esa frase terrible, que a mí me quema la garganta, es solo una sucesión de sonidos sin sentido que repites mecánicamente porque la has oído decir muchas veces.
Para ti también es algo que repites mecánicamente porque lo has oído decir muchas veces, replicó el pájaro en mi mente. Es una frase hecha, una fórmula (pretendidamente mágica), una jaculatoria, una interjección, la expresión de un sobresalto, de un sobrecogimiento…

Es una declaración de amor.

Se declara la guerra, la quiebra… Los sentimientos, al igual que el valor o la generosidad (que, por cierto, deberían ser los pilares del amor), no hay que declararlos, no hay que proclamarlos: hay que demostrarlos, y no hay más demostración que el hecho mismo de construirlos, de levantarlos con cuidado y con esfuerzo, como las torres y los puentes, a los que tanto se parecen.

¿Cómo aman los cuervos?

Están juntos en la medida en que pueden y quieren estar juntos. Comparten en cada momento lo que pueden y quieren compartir. No hay más actor que el deseo ni más escenario que la realidad.

¿Y el miedo?

El miedo es el deseo de no sufrir o de no desaparecer: el reverso del deseo de gozar y de existir. Es el mismo actor con otra máscara, o en la parte oscura del escenario.

Quiero hacer el amor con Eva.

No puedes hacer el amor con Eva.

¿Por qué?

Porque no puedes hacer el amor con nadie. Puedes hacer la cama, puedes hacer el ridículo; puedes hacer los deberes; pero no puedes hacer el amor, del mismo modo que no puedes hacer el odio, ni hacer la envidia, ni hacer la amistad. Los sentimientos no se hacen: se demuestran, se reprimen, se cultivan, se confunden, se niegan, se transforman…, pero no se «hacen». Un sentimiento no puede corresponderse de forma unívoca con un hacer, con un acto específico. No puedes «hacer» el amor. Líbrate de esa identificación grosera entre sentimiento y acto, entre relación y consumación. Olvida esa brutal metonimia (meto, nimia, la parte por el todo) que identifica la introducción de una mínima parte del cuerpo en otro cuerpo con la imposible fusión, que confunde la fugaz penetración con la improbable compenetración. Supera tu mamiferidad, tu mamiferocidad, volatilízate: sé libre como un volátil.

Libre como un pájaro volando…

El pájaro no es libre porque vuele, sino porque nunca estuvo encerrado en otro pájaro y, por tanto, no añora tan impracticable guarida. El huevo es una fina envoltura caliza que rompes en un instante y olvidas al instante siguiente. Los pájaros son libres porque no necesitan atraparse (compara el mutuo apresamiento del abrazo con el vuelo nupcial de los cuervos) ni comerse: mamar, luego besar, morder…

Mama, mamá, mamar…

Triste condición la del mamífero, para quien otro –otra– es el primer cobijo y el primer alimento. Para el niño, el otro –la otra– es la metáfora (o la metonimia) del mundo, y luego, para el adulto, para el mamífero reflexivo (es decir, especular), el mundo se convierte en metáfora (o metonimia) de la otredad. En el amor subyace el deseo compulsivo de recuperar ese paraíso perdido en el que la madre era la prolongación del yo, su inagotable fuente de placer y seguridad. Por eso el amor es infantil, regresivo: se niega a aceptar la evidencia de la separación irreversible, de la alteridad autónoma e inabarcable; por eso se le representa como un mamón blando y gordezuelo con los ojos vendados. Por eso el adolescente descubre la libertad en la amistad (y viceversa) huyendo del afecto cautivo de la familia, huyendo de la mamá-mama y del papá-papa. Pero el abandono del claustro desazona hasta tal punto al pequeño mamífero, que tiene que reconstruirlo compulsivamente. Por eso los adolescentes son tan enamoradizos. El amor es una amistad regresiva, que nace en la libertad de lo amical y vuelve al cautiverio de lo familiar. El amor es una amistad domesticada, estabulada. Es una gacela uncida a una noria.

El amor es la amistad con alas.

Sí, pero esas alas son las del albatros de Baudelaire, que le impiden caminar. El amor y la amistad, que deberían ser lo mismo (o variantes de lo mismo), son, en más de un aspecto, divergentes, mutuamente excluyentes, incluso antitéticos. El amor busca. La amistad encuentra. El amor implora. La amistad explora. El amor es un apetito desordenado…

La lujuria, en todo caso, es un apetito desordenado, no el amor.

El amor es la lujuria, puesto que no hay mayor desorden del apetito que el deseo de adueñarse de otra persona en exclusiva y para siempre, de devorarla viva, de «compartir la vida», como si la vida fuera una cosa, o, peor aún, una idea… El amor es la lujuria, del mismo modo (y por la misma razón) que la propiedad es el robo. El apego, el afán de posesión (con su vicio complementario, el afán de pertenencia), es la causa de todos los males. Y de todos los apegos, el amor es el más mórbido y excesivo… El amor es un apetito desordenado. La amistad es un orden apetitoso. El desarrollo de la amistad determina su ámbito. El ámbito del amor determina su desarrollo. El amor parte de un máximo y decrece. La amistad parte de un mínimo y crece. El amor invade, conquista, seduce. La amistad visita, convence, produce. El amor tiene las desaforadas pretensiones de un niño de teta: exclusividad, totalidad, incondicionalidad. La amistad solo pide esa lealtad que es hija del conocimiento y de la gratitud.

Triste vínculo el de la gratitud. Sentirse en deuda con alguien que te ha dado algo…

Sentirse en deuda es una forma muy burda de gratitud. La verdadera gratitud es una «grata actitud» de generosidad y confianza reactivas. Es la germinación de un sentimiento de solidaridad fecundado por una dádiva, es el deseo gozoso de desarrollar y compartir ese sentimiento, de hacerlo común y proliferante. Esta gra(ta ac)titud es la floración del Jardín de Epicuro, el único lugar habitable. Hay que unir de nuevo, de una forma nueva, la ciencia y la filosofía, la ética y la política, la reflexión y el mito, la amistad y el amor («porque el amor es risa, es amistad o es miedo», como dice el poeta). Hay que optar por un amicalismo radical, dialéctico, revolucionario. En Epicuro está la clave para vencer a Tánatos («Cuando tú eres, la muerte no es; cuando la muerte es, tú no
eres») y también a Eros.

No tengo ningún interés en vencer a Eros.

No tienes ningún interés en destruirlo. Pero no quieres que te domine, ni que te torture, ni que te desquicie. Vencerlo no significa matarlo ni exiliarlo, sino quitarle el arco y la corona. Hay que desarmarlo y destronarlo, como a todos los tiranos. Hay que quitarle la aureola que le pusieron los neoplatónicos y tocarlo con el pámpano de la embriaguez (que solo es nociva si se confunde con la lucidez, si se convierte en un estado permanente y cautivador). Hay que quitarle la venda-antifaz que le impide ver y ser visto. La máscara dorada, especular y sin resquicios, sin orificios. Porque el amor se quita la ropa, pero no la máscara (la ropa cubre, la máscara encubre). La amistad se quita la máscara, pero no la ropa. Hay que desenmascarar el amor y hay que desnudar la amistad, esa amistad excelsa que, al acercar los cuerpos con la misma libertad con que acerca las mentes, se convierte en el único amor posible.

El único imposible.

Sí. En el mundo actual, es prácticamente imposible. Y, por eso mismo, es el único posible. Porque solo lo que es imposible en este mundo cruel es posible en el sentido fuerte del término, es decir, puede ser auténtico. En una sociedad cautiva, solo caben amores cautivos En una sociedad desigual, solo caben amores desiguales. En una sociedad competitiva, solo caben amores competitivos. Solo en una sociedad libre, igualitaria y fraterna cabe el amor libre, igualitario y fraterno, la amistad desnuda.

¿Cómo es un amor libre?

¿Cómo es una sociedad libre? No se puede contestar una pregunta sin contestar la otra. El amor libre y la sociedad libre se determinan –se determinarán– mutuamente, como se determinan mutuamente el amor enfermo y la sociedad enferma actuales. Desde aquí, desde el ahora, solo puedes vislumbrarlas, las posibles alternativas al amor cautivo, al amor tal como hoy se vive y entiende, ya que esas alternativas van –irán– ligadas a condiciones psicológicas y sociales radicalmente distintas. Pero al menos sabes –o deberías saber ya, a estas alturas– lo que no es una relación libre, lo que no puede ser, lo que no debe ser. No debe ser, para empezar, de ninguna manera preconcebida, puesto que cada relación ha de encontrar –ha de crear– su forma y su camino, su camino-forma. No debe generar el nefando binomio posesividad-dependencia. No debe conllevar la disparatada pretensión de tener un destino común, de «compartir la vida». No debe reconocer ni respetar más reglas que aquellas que, sin coacción ni control, presiden una buena amistad… Una versión epicúrea (o budista, si lo prefieres) de esefoedus amicitiae que el pobre Catulo invocaba en su desventurada relación con Lesbia, podría ser un primer paso en la dirección correcta, o contra la dirección errónea. Los enamorados, en vez de hacerse promesas insensatas e incumplibles, podrían decirse algo así como:

«Puesto que hemos contraído juntos la fiebre amorosa, ayudémonos mutuamente a controlarla, a evitar que sus delirios nos confundan y arrastren. Salvemos nuestro inflamado afecto de sus propios excesos, igual que se cuida de un niño para que no se haga daño y pueda crecer fuerte y sano. Extrememos las cualidades propias de las amistades excelentes: sinceridad, lealtad, generosidad, respeto a la identidad del otro, a su autonomía y su intimidad. No alimentemos el afecto con la necesidad, sino con la libertad. Luchemos contra la posesividad, la dependencia, los celos. Colaboremos en la construcción de un mundo nuevo en el que podamos amar bien…».

¿Hay que esperar a que cambie el mundo para poder amar bien?

Hay que cambiar el mundo para amar bien y hay que amar bien para cambiar el mundo. En la práctica: si luchas por cambiar el mundo, amarás un poco mejor, y si te esfuerzas por amar bien, cambiarás un poco el mundo.

Amicalismo dialéctico.

Radical. Revolucionario. Libertad, igualdad, fraternidad. Hay que volver a hacer la Revolución Francesa. Esta vez, de verdad.

–No en vano París es la capital del amor –dije en voz alta. Pero el cuervo ya se había ido.

http://egoten.wordpress.com/2009/05/01/la-amistad-desnuda-fragmento-carlo-frabetti/

martes, 21 de febrero de 2012

Reseña: Maldita física, Carlo Frabetti

“Pues la ciencia es más que eso: la búsqueda de las verdaderas explicaciones de las cosas que pasan.”

Título: Maldita física
Autor: Carlo Frabetti
Lugar de publicación: Madrid
Editorial: SM
Año: 2012
Páginas: 87





Personajes: Alicia, enano pelirrojo
Temática: física, novela juvenil
Localización espacio-temporal: siglo XXI







Resumen oficial:

Otra aburrida clase de Física. Alicia no sabe qué hacer para que le entre la asignatura. Afortunadamente, un misterioso y sorprendente personaje se cruzará en su camino, enseñándole a enfrentarse a los misterios de la Física desde una perspectiva que jamás había imaginado.

Con un planteamiento tan atractivo como entretenido, esta novela nos sumerge en los misterios de la Ciencia y de la Física.


Mi opinión:
Alicia está harta de no entender nada de la asignatura de física en el instituto. Un día va al parque y sentada en el banco exclama: ¡Maldita física!, y un enano pelirrojo vestido de verde como si fuera salido de un cuento fantástico, le empieza a hablar y explicar algunas cosas de física de manera muy amena. También le mostrará un libro para que ella lea en casa y pueda hacer el trabajo que el profesor le ha puesto y entender algo más de lo que es la ciencia tanto física, como química  y matemática.
Las explicaciones científicas que aparecen en la novela corta con muy claras, y cada capítulo explica un principio concreto de un descubrimiento científico y nos habla de un personaje de diferentes épocas, como por ejemplo Demócrito, Arquímedes, Galileo, Leonardo Da Vinci, Einstein, Lavoisier, Newton, Darwin y Madame Curie, la única mujer que obtuvo dos premios nobel por sus descubrimientos científicos acerca de la radioactividad y que tanto ayudó a la hora de combatir los tumores cancerígenos.
Me ha gustado la manera en que habla de la imaginación, lo útil que es a la hora de empezar a investigar sobre alguna cosa que nos llama la atención. Alicia, la protagonista, va descubriendo cosas sobre el mundo en el que vive, cual Alicia en el país de las maravillas lo hizo en su mundo de fantasía, solo que en este caso, se trata del mundo real, por lo que vemos el paralelismo de las dos Alicias. Nos habla de la limitación de nuestra imaginación.

“Nuestra capacidad de imaginar lo muy pequeño es tan limitada como  nuestra capacidad de imaginar lo muy grande…”


Pero también nos hablará de la magia de la lectura y los libros, algo que ya nos toca más de cerca a los lectores como nosotros:


“- Bueno, sí, en ese sentido es mágico, como todos los libros interesantes.
  -¿Qué quieres decir?
  – Que cualquier libro, si nos interesa realmente, pone en marcha nuestra imaginación y nos hace soñar, ya sea despiertos o dormidos…”


En este libro he aprendido cosas que no sabia, como la existencia de las clepsidras de agua, unos relojes de agua que se utilizaban antiguamente en Egipto para medir el tiempo por las noches, cuando los relojes de sol no podían funcionar. Y también he aprendido cosas que cuando en su momento las estudié, no entendía bien. Me ha sido bastante útil leerlo, la verdad, un buen resumen de la ciencia de manera sencilla, directa, entretenida y amena.
Hay algunas frases de Galileo que me han gustado bastante, como estas dos:


” El libro del universo está escrito con el lenguaje de los números”
” Hay que medir todo lo que es medible y hacer medible lo que no lo es.”
El libro también nos enseñará lo que es la mecánica cuántica, de manera muy resumida, claro está, pues es un libro bastante cortito:
“Y para jugar al juego de la ciencia, debemos conservar durante toda la vida la curiosidad, la capacidad de asombro, la imaginación y la mente abierta de los niños.”
Un personaje que me ha llamado mucho la atención, y también a Alicia, es Madame Curie, ya que su descubrimiento de la radioactividad ayudó mucho contra el cáncer. Ella aconsejará a Alicia, en un sueño, que mantenga su curiosidad e imaginación, pues de ahí salen las teorías científicas y los descubrimientos de los personajes que hemos conocido durante la novela.
“Lo único que tiene que hacer es pasear por el País de las Ciencias, iluminado por el sol de la razón y bañado por el inexplorado océano de la verdad; pasear por el País de las Ciencias y charlar con sus habitantes, que son los científicos y científicas de todos los tiempos, cuya lengua común es la matemática y cuyo oficio es jugar con el universo a un juego maravilloso cuyas reglas intentan descubrir..Lo que tienes que hacer – añadió madame Curie-, es mantener viva tu curiosidad y alimentar tu imaginación…”
La novela es pues, un paralelismo con el libro “Alicia en el país de las maravillas”, solo que esta Alicia va descubriendo a lo largo de la historia los principios básicos d ela ciencia, que es lo que su profesor le ha pedido que haga para este fin de semana y para poder entregar un trabajo de tres folios el lunes. De esta manera, ella empezará a tomar conciencia de que la ciencia no es tan difícil como parece si tienes interés por aprenderla, curiosidad e imaginación.
El diálogo del libro sucede pues entre Alicia y el enano, que ella piensa que es una especie de mago porque adivina lo que ella piensa, aunque en realidad, él lo deduce, que es lo que la ciencia hace. Es un libro ameno y entretenido, que te lees de un tirón en un ratito, no más de media hora diría yo. Realmente, nunca había leído la física explicada de forma tan clara como en este libro, os lo aconsejo. Lo único que he encontrado a faltar es algo más de parte literaria, ya que se centra mucho en la ciencia y poco en la historia, que podría haber tenido más personajes, algún amigo de Alicia, no sé, que sucediera algo más.
Puntuación:
Vale la pena


http://www.librosconalma.net/2012/02/resena-maldita-fisica-carlo-frabetti.html

 

Rizar el rizoma Carlo Frabetti, “Il Pozzo dei Misteri” – descargar el vampiro vegetariano ; The Vegan Vampire (1928) – Vegetable Vampire tango

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